El mundo como fábula, como perversidad y como posibilidad*

Vivimos en un mundo confuso y confusamente percibido. ¿Habría en esto una paradoja si pedimos una explicación? De un lado, abusivamente se menciona el extraordinario progreso de las ciencias y de las técnicas, uno de cuyos frutos lo constituyen los nuevos materiales artificiales que autorizan la precisión y la intencionalidad. De otro, hay una referencia obligatoria a la aceleración contemporánea y a los vértigos que crea, comenzando por la propia velocidad. Todos esos, pues, son los datos de un universo físico fabricado por el hombre, cuya utilización, de hecho, permite que el mundo se torne confuso y confusamente percibido. Explicaciones mecanicistas son todavía insuficientes. La manera como se produce la historia humana sobre esa base material es la verdadera responsable de la edificación de la torre de babel en que vive nuestra era globalizada. Cuando todo hace creer que ha sido posible la creac1on de un mundo veraz, lo que se impone a los estatus es un universo de fabulaciones, que se aprovecha de la prolongación de todos los contextos (M. Santos, La naturaleza del espacio, 1996) para consagrar un discurso único. Sus fundamentos son la información y su imperio, que, a su vez, encuentran cimiento en la producción de imágenes y de lo imaginario, y se ponen al servicio del imperio del dinero, que se basa en el economicismo y en la monitorización de la vida social y personal.
De hecho, si deseamos dejar de creer en que ese mundo así presentado es verdadero, y no queremos admitir la permanencia de su percepción engañosa, debemos considerar la existencia de por lo menos tres mundos en uno solo. El primero sería el mundo tal como nos lo hacen ver: la globalización como fábula; el segundo, el mundo tal como es: la globalización como perversidad; y el tercero, el mundo como puede ser: otra globalización.



El mundo tal como nos lo hacen ver:
la globalización como fábula
Este mundo globalizado, visto como fábula, erige como verdad cierto número de fantasías, cuya repetición, sin embargo, acaba por convertirse en una base aparentemente sólida de su interpretación (María da Conceiçao Tavares, Destrucción no creadora, 1999).
La máquina ideológica que sostiene las acciones preponderantes de la actualidad está hecha de piezas que se alimentan mutuamente y ponen en movimiento los elementos esenciales para la continuidad del sistema. D amos aquí algunos ejemplos. Se habla, por ejemplo, de aldea global para hacer creer que la difusión instantánea de noticias informa realmente a las personas. A partir de ese mi to y de la disminución de las distancias -para aquellos que realmente pueden viajar- también se difunde la noción de tiempo y espacio contraídos. Es como si el mundo se hubiese tornado, para todos, al alcance de la mano. Es presentado como un mercado avasallador, llamado global, capaz de homogenizar el planeta cuando, en verdad, las diferencias locales son profundizadas. Hay una búsqueda de uniformidad al servicio de los actores hegemónicos, pero, antes bien, el mundo se hace menos-unido y se hace más distante el sueño de una ciudadanía verdaderamente universal. Mientras tanto, el culto al consumo es estimulado.
Igualmente, se habla con insistencia de la muerte del Estado, pero lo que estamos viendo es su fortalecimiento para atender los reclamos de las finanzas y de otros grandes intereses internacionales, en detrimento de la atención a las poblaciones, cuya vida se vuelve
más difícil.
Estos pocos ejemplos, recogidos de una lista interminable, nos permiten indagar si, en lugar del fin de la ideología, proclamado por los que sostienen la bondad de los presentes procesos de globalización, no estaríamos, de hecho, ante la presencia de una ideologización sólida,
según la cual la realización del mundo actual exige como condición esencial el ejercicio de las fabulaciones.
 
El mundo como es:
la globalización como perversidad
 
De hecho, para la mayor parte de la humanidad la globalización se está imponiendo como una fábrica de perversidades. El desempleo creciente se vuelve crónico. La pobreza aumenta y la clase media pierde calidad de vida. El salario promedio tiende a bajar. El hambre y el desamparo se generalizan en todos los continentes. Nuevas enfermedades, como el sida, se instalan y viejas enfermedades, supuestamente erradicadas, hacen un retorno triunfal. La mortalidad infantil permanece, no obstante, los progresos médicos y de información. La educación de calidad es cada día más inalcanzable. Se propagan y se profundizan males espirituales y morales, como los egoísmos, el cinismo, la corrupción.
La perversidad sistémica, que está en la raíz de esa evolución negativa de la humanidad, tiene relación con la desenfrenada adhesión a los comportamientos competitivos que actualmente caracterizan las acciones hegemónicas. Todas esas enfermedades son directa o indirectamente
imputables al presente proceso de globalización.
 
El mundo como puede ser:
otra globalización
 
Todavía podemos pensar en la construcción de otro mundo mediante una globalización más humana. Las bases materiales del período actual son, entre otras, la unicidad de la técnica, la convergencia de los momentos y el conocimiento del planeta. Es en esas bases que el
gran capital se apoya para construir la globalización perversa a que nos hemos referido. Aun que esas mismas bases podrán servir para otros objetivos si fueran puestas al servicio de otros fundamentos sociales y políticos. Parece que las condiciones históricas de finales del siglo XX,
que se, dan tanto en el plano empírico como en el teórico, señalaban esta última posibilidad.
Considerando lo que actualmente se verifica en el plano empírico podemos, en primer lugar, reconocer cierto número de nuevos hechos indicativos del surgimiento de una nueva historia. El primero de esos fenómenos es la enorme mezcla de pueblos, razas, culturas, gustos en todos los continentes. A eso se agrega, gracias a los progresos de la información, la "mezcla" de filosofías, en detrimento del racionalismo europeo. Otro dato de nuestra época, que nos señala la posibilidad de cambios, es la existencia de una población aglomerada en áreas cada vez menores, lo que otorga un mayor dinamismo a la mezcla de personas y filosofías. Las masas, de que hablaba Ortega y Gasset en la primera mitad del siglo XX (La rebelión de las masas, 1937), ganan una nueva cualidad gracias a su aglomeración exponencial y a su diversificación. Se trata de la existencia de una verdadera sociodiversidad, históricamente mucho más significativa que la propia biodiversidad. A esto se une la aparición de una cultura popular, que se vale de los medios técnicos antes exclusivos de la cultura de masas, lo que le permite ejercer sobre esta última una verdadera revancha o venganza.
Sobre tales cimientos se edifica el discurso de la escasez, finalmente descubierta por las masas. La población aglomerada en algunos puntos de la Tierra constituye una de las bases de reconstrucción y supervivencia de las relaciones locales, lo cual abre la posibilidad de utilización, al servicio de los hombres, del sistema técnico actual.
En el plano teórico, lo que verificamos es la posibilidad de producción de un nuevo discurso, de una nueva metanarrativa, de un nuevo y gran relato. Ese nuevo discurso gana relevancia por el hecho de que, por primera vez en la historia del hombre, se puede constatar la existencia de una universalidad empírica. La universalidad deja de ser una elaboración abstracta en la mente de los filósofos para convertirse en la experiencia ordinaria de cada hombre. De tal modo, en un mundo datado como el nuestro la explicación del acontecer puede hacerse a partir de categorías de una historia concreta. Eso, también, permite conocer las posibilidades existentes y escribir una nueva historia.
 

*: Introducción General

Santos, Milton: Por Otra Globalización. Del pensamiento único a la conciencia universal. Colección Agenda Iberoamericana, 2004