La entrada de China en África es, desde hace años, una variable fundamental en la estrategia global de Pekín y un cambio sustancial en el continente africano.
El Imperio del Medio, en su ascenso como potencia de primer nivel, necesita abastecerse de recursos estratégicos a gran escala, especialmente hidrocarburos y minerales. Con esta situación, China ha puesto la vista en África para lograr esos necesarios recursos, con el añadido de un sistema de negociación totalmente nuevo.
La lógica occidental para con África hasta ahora era una mezcla entre neocolonialismo y paternalismo. Distintas multinacionales tienen presencia en el continente extrayendo sus recursos, y desde los Estados las ayudas e inversiones a menudo se condicionan a avances en derechos humanos y democráticos, lo cual suele ser bastante incómodo para los numerosos regímenes autoritarios —y con elevados niveles de corrupción— del continente.
El giro de China reside en no plantear condiciones más allá de los negocios. Pekín hace una oferta clara y directa: poder explotar durante décadas yacimientos del recurso que les interese en el país de turno a cambio de importantes inversiones en el estado que les acoge. Para muchos países africanos, estas inversiones de China, que a menudo se cuantifican en miles de millones de dólares a través de infraestructuras, viviendas, escuelas, hospitales y distintos regalos a la élite del lugar, suponen un auténtico salto desarrollista que por sí mismos o con otros socios habrían tardado mucho más tiempo —y con más trabas— en alcanzar.
Este sistema, no obstante, tiene importantes contrapartidas. La dependencia comercial de muchos de sus socios africanos es muy alta, lo cual les genera una posición subordinada a los intereses de Pekín. Tal es así que, aun con una cara distinta, esta política de China también ha sido calificada de neocolonial.
El Imperio del Medio, en su ascenso como potencia de primer nivel, necesita abastecerse de recursos estratégicos a gran escala, especialmente hidrocarburos y minerales. Con esta situación, China ha puesto la vista en África para lograr esos necesarios recursos, con el añadido de un sistema de negociación totalmente nuevo.
La lógica occidental para con África hasta ahora era una mezcla entre neocolonialismo y paternalismo. Distintas multinacionales tienen presencia en el continente extrayendo sus recursos, y desde los Estados las ayudas e inversiones a menudo se condicionan a avances en derechos humanos y democráticos, lo cual suele ser bastante incómodo para los numerosos regímenes autoritarios —y con elevados niveles de corrupción— del continente.
El giro de China reside en no plantear condiciones más allá de los negocios. Pekín hace una oferta clara y directa: poder explotar durante décadas yacimientos del recurso que les interese en el país de turno a cambio de importantes inversiones en el estado que les acoge. Para muchos países africanos, estas inversiones de China, que a menudo se cuantifican en miles de millones de dólares a través de infraestructuras, viviendas, escuelas, hospitales y distintos regalos a la élite del lugar, suponen un auténtico salto desarrollista que por sí mismos o con otros socios habrían tardado mucho más tiempo —y con más trabas— en alcanzar.
Este sistema, no obstante, tiene importantes contrapartidas. La dependencia comercial de muchos de sus socios africanos es muy alta, lo cual les genera una posición subordinada a los intereses de Pekín. Tal es así que, aun con una cara distinta, esta política de China también ha sido calificada de neocolonial.
Fuente:https://elordenmundial.com/mapas/el-desembarco-de-china-en-africa/
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